sábado, 11 de julio de 2009

Dioz 2.

Digamos que, tras despertar de otro mundo más amplio a éste, donde, de momento, no hay nada más que él, y recordar una y otra cosa (que lo desesperan), trata de dormir. Y aunque no lo consigue, convengamos en que esto es porque se trata de un sueño. O mejor: es como un sueño. Y en su seudo-sueño hay habilidad racional, es consciente; agregemos eso.

Lo único imposible del sueño es soñar que uno se duerme y sueña otra vez. Si la vida fuese un plato de Sashimi o una carta de flor de cartas, cualquier forma en que la concibamos, no dejaríamos de abrir los ojos por la mañana ni de respirar como lo hacemos, pues hay algo superior a nuestra voluntad e imaginación: Lo real.

Aunque lo que sueñe a continuación sea absolutamente acostumbrado en torno a la lógica y dinámica del inconsciente y el fluir del deseo y todo eso que puede o no regir el orden de un sueño, él nunca se da por aludido de que es eso lo que experimenta, quizás porque (y esto él tampoco lo sabe) aquello a lo que podría despertar ya no existe.

Zanjemos que se ha acabado su mundo anterior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario