sábado, 11 de julio de 2009

Rabia de la pesadilla 3.

Acontece en el sueño lo siguiente: Un dedo. Primero la yema. Luego el tronco y la dirección. Detrás, la mano. Y el brazo. La casa, el barrio. El país, el continente, el planeta, la luna. El universo cerrándose en un punto y otro. Soy yo.

El sueño enfoca mis ojos: Fuego. Primero el fuego de la rabia. Luego, el de la transa y la consumición. El pequeño incendio interior de la culpa, veo detrás de mis ojos que me arrodillé y quema. Y que sufrí sin ser valiente. Que fui traicionado por no responder a tiempo, por darle permiso a la hijoputez, por creer en la estrategia. Y de la estrategia al Gran Fuego de la Guerra Final, el final de un tiempo. La total devastación. El sol unitario.

Puteo contra la almohada: ¡Soy rata con la educación de un Pavo Real! ¡Tracionaré tu injusticia y te perdonaré si me lo permites! Despierto llorando y riéndome como un loco, frente a mi propia mano aplastada.

De la rabia - contra mí mismo - pinto un cuadro: Toda la maldad del mundo (el escenario), dibujada en coherencia (su naturaleza) con los habitantes (esos extraordinarios subvertidores en viaje). No lo cuelgo, sino que lo meto, incrusto entremedio de una repisa en el living, junto al primer bosquejo, las firmas de visitantes y uno que otro regalo de un amigo. Ese es su lugar.

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