martes, 15 de septiembre de 2009

Sólo aquello en lo que no has pensado...


... reconforte a quien se lo merezca.

lunes, 14 de septiembre de 2009

El fin... Art last-t-t-t-....

Godbai...


En dos pastos, dependiendo del día, y a partir del 21 de Septiembre...

... Usted entenderá
que para quererme
hay que entenderrme ;).

- Santo Gato.

Y: Los Pianopunks.

***Fin de Tranmisiones***

Sofíaaaaahhhhhhh............ . . . . . . .

Animales Suicidas 13 (y Final).

Por último, los Animales Suicidas se dieron ánimo:

- Y nadie

"Supo".

(hacerlo Mejor)

... Que Tú y Yo.

*************

Animales Suicidas 12.

Los Animales Suicidas (que así era como, obviamente, habían terminado llamando a la banda) decidieron que lo mejor sería ir a la Escuela en el Camino, a ver si encontraban algún nuevo miembro, que pudiera darles algo de candidez...

- ... En vista de que yo soy "andrógina" ¬¬U...

... y otros buenos atributos, para que cuando por fin llegasen todos a La Ciudad de Los Polos, no hubiese, al menos, mayor duda de su honra.

"Mahäki insistió, aparte".

¡¿Chavito es mi nombre?!, los saludó Chavito.

"Yo te habría puesto Coke, pero así están las cosas".
- Muy bien, entonces.
(...)

... ¡¿Pero qué chucha?!

Chavito observó a su alrededor:

¡¿UN ZORRO?!
UN... ¡¿Monstruo?!
Y un... eh... ¿¡Tú qué eres¡?

(Un Vitao, dijo Siguru, muy solemne).

Fue entonces, y sólo entonces, que Chavito se miró al espejo:

... ¡¿UN BURRO ESCOLAR?!

"Damn"...
- ¿Vas con Nosotros?
(Vamos para Los Polos)
No tendrás que trabajar.
Demasiado...

¡¿ ... Bueno?!

(Salió huyendo y gritando).

Las Tallas en Clases 3.

- Queridos alumnos, el placer nos dice: cagar = bueno, vomitar = malo.

- ¡¿Pero por qué?! - pregunta Chavito.

Graffiti en una pared de Los Polos 1.

Arriba...

"... me la XUPA tu pasado".

(El Xegatón).

... y abajo:

"no te entendí ni PI..."

(... el Pordo).

- U.T.M.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Animales Suicidas 11.

Frente a ellos, una caverna.

- Malos recuerdos.
"Me da tos lo que dijiste".
(Se suena).

Frente a Mahäki, una pregunta.

- ¿Cuál es el mal recuerdo? - se pregunta Mahäki.
"Es directo".
(Y funciona).

¿El malo?

- El tiempo, confirma Mahäki.
"No sabes qué hacer con el tiempo".
(Le debe).

Mi tiempo.

- ¿A quién?
"A nosotros".
(¿A todos nosotros?).

¿Mi tiempo de vida?

"Como siempre".
(Es difícil de decir).

- ¿Por qué es difícil de decir?
"No te gusta sufrir".
(No le gusta, lo sentimos).

Si no sufres el tiempo, no habrá tiempo para sufrir.
- Me doy por contento.
"El silbido es afirmativo". 

Los Viajes de Siguru-Chan 2.

(Yo la amaba más que nadie), les confiesa. (Quizás no era el mejor...), las previene,

- Yo no -.

(pero en esta fogata en medio del polo, que con tanta perspicacia hemos conseguido armar),

"¿Este no había dicho que ya no usaría palabras que no conociera?"

- Llámalo intuición. Prosigue, por favor, Juan Segura.

(¡La amé! ¡Y me hizo feliz! ¡Y no estaría con nadie más si no fuera por...)

"¿Johnny?"

- Paso a paso, por favor.

(... mi competencia. Era un bruto. Que me ha llevado. Hasta donde estoy.)

"Ah, mier... encrucijada".

- Nadie nos observa.

(... Por eso que yo no fuera feliz).

Aliento de Metal 1.

Esto no es sobre mí,
dijo
y espero su respuesta.

Con corrector 1.

El muchacho les confesó que, de su maravilloso y enorme texto, sólo debía cambiarle unas cuantas letras.

- Pero, aseguró apesumbrado, son unas cuantas... ¡que están en varias palabras!

Ah, dijeron con pasión...


Dedicatorias 2 (+).

Déjame un mensaje - dijo el opinólogo - y no te pienso... Ni más ni menos.

- Se resumió - dijo en voz alta.

Las Tallas en Clases 2.

ÚNICA.

Una talla en clases parecía ansiosa. La profesora le preguntó qué le pasaba.

- No sé Enseñar, maesssstra.

Las Tallas en Clases 1.

PRIMERA.

Afuera del salón, una talla impaciente. Desde adentro, se le escuchó decir a la profe...

... S'ora.

ÚLTIMA.

Afuera del salón de clases, dos tallas desmedidas. La profesora aconsejó:

- Que la pregunta estúpida parezca inteligente; y la respuesta, obvia.

Animales Suicidas 10.

Mahäki estaba leyendo los antiguos dibujos de su cuaderno, cuando uno de los chicos (Charlie o Siguru) llevaron con un ligero roce, su vista hacia la escena:

Un mapache se ha quedado ciego, y huele, a rastras, hacia todo su alrededor. Como su naricita es pequeña, y como, bien se sabe, su mejor arma (los ojos anteojizados de los mapaches) ha quedado inutilizada, va un pájaro y...

- ¡ZUÁCATE! -.

... se lo lleva de este lado de la imagen.

Charlie Kafka opina:

"Si no cuidas de los detalles, los detalles no se cuidan de ti".

Y Siguru-Kun respalda:

(Hay que saber lo que es bueno, pero sobre todo, hay que saber de antemano lo que es malo, malo, malo...).

- XO...

... Dibuja Mahäki en su cuaderno.

Dioz 4.

Así, lo que vemos es a Diocito, y a un Diocito que se halla frente a él, pero que, en medio de la nada que es su mundo actual, es exactamente el mismo. Lo llamaremos: "O.Y. Diocito", en tanto es el Otro Yo de Diocito, al que, a su vez, llamaremos Diocito Uno, siempre que halla que diferenciarlos.

- Oye, Diocito - le dice el otro.
- Dime, yo - le dice el uno.
- Creo que es importante que, si vamos a vivir juntos en medio de esta oscuridad tan similar a la noche, regularicemos el asunto, y lleguemos a un acuerdo.
- Muy bien.

El acuerdo fue el siguiente (y quizás fue el acuerdo que siempre hubo, sólo que esto, Diocito no lo sabía): Ambos (el diocito uno y el diocito otro) se tragaron una pequeña, pequeñita piedra preciosa que hubiese creado el otro de sí mismos, de acuerdo a sus necesidades.

Tal cual: sucediera lo que sucediera, la gema resonaría, avisando de lo que sentía, pensaba, planeaba o meditaba el otro del uno y el uno del otro.

Y como eran piedras que habían creado especialmente para esas circunstancias...

... no podía haber engaño, diría su abuelo Julio ("¡Aunque de mí se acuerde sólo cuando le conviene!").

- ¿Es el sonido que hacen los pájaros algo mejor que el silencio? - se preguntaron, por último.

sábado, 12 de septiembre de 2009

El Hombre que Pesca 1.

Al principio de todo, el Hombre que Pesca se acuerda de un amigo. Se acuerda de una fiesta. Se acuerda de un rechazo.

Se halla en su bote, cuando cambia de rumbo interior.

- Las olas - le dice a la noche - me recuerdan... Me recuerdan cosas gratas y cosas terribles. Esta vida mía, a veces pienso, está llena de detalles que han sido, casi siempre, para mí mismo y nadie más... Y todo lo que pudiese decirle a otro o a otra (en esta soledad, me refiero), es casi siempre a la noche... A esta noche que me recuerda... Que a veces sueño que me recuerda... -.

El rostro del Hombre que Pesca sobre un madero del botecito, donde el único rumor era, hasta el momento, su presencia sobre el lago que, así lo llama, es hasta ahora su hogar.

El botecito es en realidad una casa. Flota en medio de un lago. Un lago en medio de un bosque. Un bosque en medio de la nada. Y por sobre todo eso, la noche, de la cual el Hombre que Pesca es uno de sus sabios más jóvenes. ¿Qué es la noche, para el Hombre que Pesca?

- Una eternidad que ha sido buena amiga, en lo bueno y en lo malo, y de la cual he superado más traiciones de las que jamás pensé.

El único problema del Hombre que Pesca, uno podría pensar, si se es tan joven como él, es que se siente muy a menudo un solitario incomprendido. Le gustaría que todo, el todo, el absoluto, fuese absolutamente bueno, aparte de bien encaminado. Y es por esto, que su sabiduría consiste de pocos ítemes reconocibles, aunque, claro, sea más bien profunda, a sus años y en las opciones de vida que ha tomado con el tiempo.

Y es por esto que, quizás, sin saber de quién cresta se trata realmente, llegarán tres muchachos, más o menos de la misma edad, aunque distintos, a tocarle su puerta un día de estos. Una puerta que es como la portada de un libro, y que, aunque el Hombre que Pesca no sea famoso, es uno de los umbrales más famosos que él conozca, pobre hermitaño, en su pasado, reconocido.

Animales Suicidas 9.

El Peaje Japonés halló a Charlie, Mahäki y Siguru en un entuerto. Consistía de una sola persona, al azar en los rumbos que sus motocicletas habían decidido asumir. Se sabe, un solo ser, a la velocidad de una motocicleta, puede hacerlo más difícil, o de plano acabar con todo. Fue por eso que le dieron a una conversación.

Fue corta. Por desgracia. Pero a su modo, fue brillante.

- What do we have to do to go on? - dijo Charlie o Mahäki.



Siguru-Chan tradujo:

- You need hour.
- ¿A quién? - dijo Charlie, envalentonado.
- No, Ori, Ori... - dijo, apesumbrado.
- Ma Ori - reafirmó Mahäki.

Nos vemos en el próximo capítulo...

viernes, 11 de septiembre de 2009

Vitao 1.

Queridos amigos, yo seré su guía en este extraño camino.


Todo esto puede parecer un delirio, y a ciencia cierta lo es. El delirio de un escritor alucinante, cuyo único objetivo es divertir "a cierto tipo de personas". Me refiero a esos alucinados que, con el tiempo, se hayan ido acercando a mí. Buenos tipos, piensa el Dios de estas Tierras.


La historia, como bien ha de suponerse, puede comenzar por cualquier parte, ya sea el principio (la primera viñeta de arriba a abajo) o con el final (cual sea la viñeta que aparezca hasta arriba del archivo del blog). Con "viñetas", el Dioz de estas tierras habla de unidades pequeñas que por sí solas podrían contar como "autosuficientes". Y con "sus viñetas", a lo que él se refiere es a "espacios de un agrado psicodélico, cuyo fin es simplemente entretener".


De no disfrutar cualquier cosa en este blog, por favor omita, olvide y retírese... que estas son zonas pantanosas.


Ah, y una cosita más (ya lo último): Al autor, como bueno que es, lee primero que nadie todo esto, y, a la usanza de sus propios autores (sus Dioses dedicados) le gusta pensar que se trata de un texto, unos mundos, armonioso(s) y celestial(es). Sagrado todo esto, ¿me entiende?


Así que, a modo de talla (de consejo, y si no estás mirando, de advertencia): "es un Viaje Sagrado"...


... Asý.

Melodía de Aqua 1.

Nada es suficiente siempre que sepas lo que significa.

Y el agua en calma, entiendemé.

Es la mejor parte de este juego.

Rabia de la Pesadilla 6. La rabia 1 completa.

En toda pesadilla, dicen los grandes, uno está solo consigo mismo: estos son mis sueños, este es mi mundo interior, y nada (más que, aventuraría, el ligero sonido de la noche) podría afectar mi concepción de mundo más que lo básico:
- Mi ritmo cardíaco.
- Mi respiración.
- En fin.
Mi cuerpo y la tranquila noche. 
Es por eso que las noches son tan terribles siempre. Uno está solo ahí, con los cubrecamas sin ordenar (porque no los ordena uno), y sin nadie que te acompañe. 
Entonces, como no estás acostumbrado a estas cosas, te sientes mal. 
Y tienes pesadillas.
Y al despertar, es como una rabia que simplemente ya no sabes...
... a quién tienes que dirigir.

Una literatura sin manual.

-("...")-

Jajaj, buena.

<(-.-)>

Chucha...

[+][X]
[   R  ]

Wow...!

... mIm.

Citas con la rabia 1.

- Usted sea fiel - le dice.
- Usted no me juzgue - responde.
- Usted sea buena - le dice.
- ¡Y usted ocúpese de sus asuntos!
- Usted no me manipule tanto...
- Usted no me vuelva a juzgar en la vida.
- Usted cálmese.
- (Usted no se me parezca)
- No le sale nada bien.
- No me dé cosas que no quiero.
- No trabaje en exceso por mí.
- No me motive.
- No me juzgue, esta es la última vez que se lo grito.
- No me doy cuenta.
- ¿Está usted encerrado?
- ¿Está usted sola?
- ... -.
- Suficiente.

He dicho que suficiente.

- ¡Usted espera mucho de los demás!
- ¡Los demás me dan lo suficiente!
- La rabia no sirve para nada.
- ¿Usted cree?
- Basta.

Dedicatorias 1.

Que sea promesa: A mi familia, mi barrio y mis amigos.

Tres en uno.

La Mujer sin Control 2 (sus dudas).

Entonces va la loca ashí y le pregunta:

- Noperroenseerioquecóomowncóomhacíspasuperarestremendofrrríoohh....


El oso, que por alguna razón que la mujer sin control no pudo anticipar, parece de pronto un oso panda, la agarra de los costados, y justo cuando se parece al beso de un emoticón, en vez de darle al centro, le susurra al oído (con una sorprendente seriedad, cómo si ÉL pudiera suponerlo PO, ÉL):

-Yo+creo-que+tú-más+que-yo+debieras-saberlo+...-estoy+esperando-el+dos-mil+trece...-.

Pero lo que la loca comprendió es...

-(Lo+que-ocurre)+(es-que)+Yo-soy+demasiado-ardiente+para-este+mundo-.

Lágrimas de cocodrilo sobre el tapete.

Animales Suicidas 8.

¿Dónde hemos llegado?, se dijo.

- ... A la cueva de Dagdrón.

¿Y qué había ahí?. "Seda, mirrha diremos que no. Pero lo cierto, es que, por sobre todas las cosas, había...".
(Un armazón), dijo cándido. (Antiguo lugar donde los niños jugaban a ser dioses).

- Como ustedes - les dijo Mahäki a ambos, sin explicarse. "¿Cómo nosotros?", preguntó Charlie.

(Como nosotros), aseguró.

- Laikas - confirmó.

Charlie Kafka, por su parte, se quedó mirando el oscuro cielo estrellado.

- ("Me pregunto qué nos espera...") -.
- ¿Tan mal no puede estar, o sí... ?
"Mal lo pasaremos. Pero llegaremos al otro lado".
(¿Estará bien eso?).
- Son angelitos..., dice Mahäki, ilusionado.


¡Y el puente alto y adulto no funciona!

- Tampoco es para ponerle color..., dice Mahäki.

(¡Y lo salta!)

- XD...

"¿Y qué es XD?".

- Y se estira...

... X).

Quejas por montones 1.

Que fuesen pequeños montoncitos... como para poder anotarlos - dijo el actuario, frente a frente consigo mismo.

1: Estoy demasiado gordo.
1.1.: Para adelgazar debería esforzarme más de lo que siento que puedo.
1.2.: Para esforzarme más de lo que puedo, tendría que forzar cosas que no siento que deba forzar.
1.3.: Y es mejor no hacer cosas que uno jamás querría hacer en la vida.

Y de haber dudas, claro...

1: Estás bien, gordo.
1.1.: No te esfuerces, chato.
1.2.: No te exijas tanto, pelafustán.
1.3.: No te mates en el deseo, maldito robot.

En definitiva: "Si no te autodestruyes, la exigencia que requieres para que el esfuerzo no sea malo...".

- ¿Sin rollos? - preguntó interesado...

Animales Suicidas 7.

La ciudad parecía calma, pero no lo era. Parecía, también, buena moza, o al menos eso decían los pasantes, cuyo amor por Los Polos es infinito, por más extraño que algo así pueda resultar. Era, ante todo, un texto, un texto como cualquiera, o más bien parecido, como lo común, a sus diversos caminos por el exterior.

- ¿Cómo es que una Ciudad así puede sostenerse? - pregunta, absolutamente intrigado, aunque acobardado, Mahäki.

("Allí está todo"), dicen ambos con una curiosa, pero sobre todo reconocible, solemnidad. Allí está todo, dice Charlie Kafka. Todo, afirma en voz alta, el favorito de las damas.

Los viajes de Siguru-Chan 2.

(...).
- Dice que cuando todo empezó
"Ah".
- Su vida era demasiado terrible para ser necesaria
(...).
- Dice que, para salvarse de ella, se ató cuerdas
"¿Él mismo se aprisionó? Eso está muy raro... ¿Seguro?"
(...).
- Dice que para él, ha de haber sido como la guerra.
"Entiendo".
(...)
- Pero hubo un amor, dice.
"Vaya, ¿quién?".
(...).
- Una chica, medio morena, medio india, no sabe él, pero la amaba mucho
"Hmm, comprendo, comprendo".
(...)
- Era como el trigo, por fuera, y por dentro, como una selva preciosa
"¿Llena de piedras preciosas?"
(...).
- Dice que usted está loco.
"Bah. Bueno, que siga entonces".
(,,,).
- Dice que su corazón estaba con ella, que siempre lo estuvo, que quizás siempre lo esté, pese a todo...
"¿Pese qué?"
(...)
- Dice que sí, que habían peces, que no lo entendió muy bien.
(...)
- Dice...
"¡Que hable de una buena vez él!".
(... .... ....).
- Dice que usted le da miedo.
"Oh, mis disculpas, no fue con intención".
(...)
- Bueno, dice.
"...".
- Dice que era una washeta rega, por decirlo de un modo sureño.
"¿Y era del sur la washeta rega? Yo tengo algunos amigos, qué sé yo".
"...".
- No muy al Sur, justo en el lugar que, por ser él, él se habría enamorado tan perdidamente.
"Son los genes, éste cacha, ya me cayó bien".
(...)
- Bolivia, dice.
"¡¡¡...!!!"
(...)
- Perú, se corrije.
"¡¿...?!".
(¡¡¡...!!!)
- Dice que usted no recibe muy fácilmente las pelotas.
"Bueh, pero como goleador...".
(...)
- Dice que no duda de usted.
"Más le vale".
(...).

Animales suicidas 6.

- Hemos apurado mucho los plazos.
"Nos hemos retrasado demasiado en los plazos".
(...).

Las máximas de Don Castor, el Escribidor 1.

Escribir una novela en paz es bueno; morir escribiendo, no tan bueno. Pero es siempre de la mezcla de ambas que nace una novela de verdad.

Si vas a escribir jugando, apuesta a ganador; y si vas a escribir perdiendo, ríe al último.

Escritor: Cuídate de tus lectores como te cuidas de ti mismo; y tú, lector, de lo mismo.

No sólo el amor es droga dura; también lo es la escritura.

La literatura es como una hermosa poeta joven, y es mejor no publicar nunca, que escribirle un cacofónico y malparido poema de amor.

Si bien no hay más limpio tino, que el pino del escritor latino, tampoco ha habido más muertos, que en nuestro amplio y diverso mundillo (de reyes tuertos). Fíjate bien en lo que lees.

Si escribiendo no eres libre, al menos sé muy bueno; y si escribiendo no eres bueno, al menos sé tú mismo... O, bueno, qué más da, da lo mismo.

Rabia de la Pesadilla 5.

El sueño no fue negro, y yo en particular lo disfruté bastante. Sin embargo, aún quedarían algunas quejas en el ambiente, porque al despertar todo apuntaba a que no había soñado en lo absoluto...

... Ante este panorama, decidí transcribir algunos logros (pasajeros, a mi modo de ver), y luego quedarme muy tranquilo, incluso si se me "negaran las cualidades de un don incomprendido".

Y todo bien a partir de ahí.

Un pendejo frente al espejo 1.

Me estaba mirando en un reflejo gansteril y afable, cuando de pronto me di cuenta de que no sabía lo que hacía. El saber como poder, lo he pensado, tiene doble filo, y ante tamaña arma no supe qué hacer más que mirarme en el espejo del pasado. Al pasar por ese reflejo, este pendejo se dio cuenta de un par de cosas que hizo, y con eso, no se preocupó mucho. Pero al dar la vuelta por la manzana interior de su Centro, quizás (esto lo intuyó) sería bueno no dar demasiadas vueltas, y en vez de eso, centrarse en la vía.

Poner los pies en la tierra. Abrir bien los ojos. Y aspirar a la gloria, en cualquiera de estos días en que respire, necesariamente, algo poco saludable.

Los viajes de Siguru-Chan 1.

- ¿Quieres venir con nosotros? - le preguntan ambos, viéndolo solo.

Siguru-Chan nunca viaja. Y en el aquí ahora no está. Por lo que mira hacia el cielo y pregunta:


- ¿Sea que Siguru stá solo, beim?


Ellos no entienden. Siguru-Kun no entiende. Y al final todo queda en nada, en vacío, en malestar.

Lo importante es que hay mujeres, se dice. Mujeres rubias, mujeres japonesas, mujeres europeas. A veces sucede que algo les llama la atención a las mujeres sobre ese solo tipo que es él. Y el solo tipo aquiesce en que se trata de un cumplido muy amable, así que opta por la seguridad.

- Estemos juntos, ¿beim? - le dice él.
- Me encantaría -, dirá siempre una de ellas, beim.

A veces, la petición de estar juntos suena extraña. Así, de la nada, todo demasiado rápido.

El problema yace en el apuro del corazón del tipo solo.

Pero Siguru-Chan es una mezcla de ritmo y avance, y eso, a algunas, les gusta perseguir, y a otras, simplemente, les cuesta.

- ¿Qué haré - se pregunta Siguru - si me atrapan?
- Tonto - le dice de vez en cuando alguna - ¡nadie te puede dañar!
- ¿Qué haré, entonces, si no me atrapan? -.

"¡Tonto a secas!", dicen algunas. "Lindo", concluyen, si es que Siguru anda con suerte.

Y Siguru finalmente se conforma, confiado, ciego en el mañana, de que la mejor forma de vivir en soledad es, como bien presagian las estrellas, sin preocuparse y hacia adelante. Y concluye, por su parte: "Viaje, beim", como para empezar a dormir tranquilo.

Así sea, dicen por su parte los Animales Suicidas, que lo han observado todo este rato y siguen esperando una respuesta en buen polar.


- ... -.


("Afirmativo", le señala Charly a Mahäki.)

lunes, 7 de septiembre de 2009

Dioz 3.

El que aquí hemos decidido llamar Diocito está, pues, solo. Y además de estar solo, está solo en la nada. Y además de estar en la nada, lo que entendemos como todo posible ya no es posible, ha sido eliminado. Así que, de momento, lo único que hay, aparte de Diocito, es Diocito, nuevamente. Esto es lo que piensa Diocito: "Si sólo estoy yo, lo único que existe y vive aparte de mí tendría que ser yo mismo" y al concluir de este modo la conjetura, asoma por algún lado del casi absoluto vacío, él mismo, acercándose a él, desde algún rincón (de ser un rincón posible) en medio de la nada.

- Me había imaginado, o más bien había deseado, o más bien estaba a punto de anticipar, que nos encontraríamos - se dicen, y al segundo se extrañan. Y desaparecen, pero queda su recuerdo. Y luego queda el que los recuerda: Diocito. Y luego están juntos otra vez.

- Debemos dejar de hacer eso.

Animales suicidas 5.

"Sí", les dice el señor Morado, "yo tengo las motocicletas. Las exactas que andaban buscando. Las únicas que nos quedan a nosotros, pobres topos vagabundos, las únicas para quien sea que se asome por la superficie de esta fría y árida latitud, quiera o no un modo de transportación, ¡pero tenga ojos, si están casi nuevas!". Charlie K. posó encima de ambas motos su palma abierta, dijérase que con el propósito secreto de que la cicatriz en medio comprobara a través del frío del metal su estado y uso. "Estas cletas robots... ja, supieran por lo que han pasado. Desde el Cataclismo 7 que nadie las usa. Mi familia las guardó secretamente, por si acaso alguien las necesitara y tuviera con qué compensarme a mí, el heredero, cuyas pocas habilidades en la infancia me dieron a sus ojos un futuro económico poco auspicioso. Y fue más o menos así, pero no por mi culpa. Todo lo que yo sabía hacer, equidistante de la mecánica, era dominar idiomas. Pero luego, cuando se acabó el petróleo, cuando quedamos todos separados y la electricidad dejó de llegar a todas partes, y a casi todos nos dio por hablar, como ahora, en el código colorido de las emociones, cada vez más seguros de que lo importante no era La Palabra o The Word o Žodis o lo que fuera, sino jamás volver a amenazar diciendo algo, porque entonces te linchaban y de esos grupos que se armaban había generaciones enteras que se veían malditas de la noche a la mañana... Un desastre, sinceramente. Entendíamos demasiado que ya nadie se acordaría de La Ciudad de Los Polos". Charlie le señala a Mahäki con el dedo en gesto divertido uno de los mapas que hay colgados en la pared, junto a otras fotos de la época antigua, pósters y publicidad descontinuada. "Las motos, por supuesto, no valen nada, y, como bien han de suponer por el que yo los haya dejado entrar, su familia tenía buen trato con la mía. Así que las únicas cláusulas son las naturales: aprendan a usarlas. Son humanoides, por lo que no habrá problemas con el combustible. Con alcohol será más que suficiente". Mahäki sonríe tiernamente y Charlie K. parece estar a punto a saltar y abrazarlo con una lágrima corriéndole por la sucia mejilla. "Hay un pequeño detalle, sí", cuenta el señor Morado, mirando por la ventana, probablemente al sitio en que las dos motorizadas se hallaban antes de meterlas a la casa, "las cuestiones esas tienen clave. Una vieja costumbre de la familia, ponerle clave de activación a todo lo que usaran, en caso de robo. El caso es que... pues que no la conozco. Mi familia murió siendo yo muy niño, y a esa edad no se estilaba darte a conocer los secretos más importantes".

- ¿Y entonces? - espetó Mahäki, curiosamente tenso, tenso por primera vez en muchos años, dándole cierta inusitada estridencia a la gesticulación de su pregunta. Charlie Kafka no podía articular palabra.

"Entonces, que han de escucharme con mucho detenimiento, leer todos los archivos que guardo aún de mi familia, vagar por estos parajes y por los paisajes mentales de cada historia, de cada recuerdo. Y quizás así, quizás sólo así, encontrar, o imaginar, o recibir de alguna secreta iluminación, lo que pueda ser el password que necesitan. ¿Es su futuro lo que está en juego?".

Rabia de la Pesadilla 4.

Hay un como "proceso" en mi sueño, la sensación de que algo viene ocurriendo desde antes, y que algo ocurrirá después, y que de momento se pasa por un como "lapso indicado", un Tiempo.


En la atmósfera que construiría esa sensación, veo tres elementos: una flama congelada, yo mismo, y una bruma azul, fluyendo, rozando e incluso cortando con violencia cuando alcanza un estado luminoso, al mismo tiempo que intensificando la oscuridad que domine fuera de la flama congelada que al parecer he de coger. No recuerdo si en esta pesadilla cojo finalmente la flama (sea esta flama un símbolo de algo que se "recoge", que se amontona y recolecta, o de algo que se "coge", una idea que al final de un recorrido consigue captarse, una iluminación), pero sí sé que, en el camino a la flama, la bruma azul me distrae y cobra una importancia contradictoria, como si tuviese que acudir a ella para alcanzar el objeto de la que es, hasta el momento, mi búsqueda, en vez de, claro, darme cuenta de que es evidentemente un enemigo, y que he de evadirla o escapar a ella si lo que deseo es la flama (a conciencia de que quizás, en otro tramo, esta misma fuerza me pueda ser de ayuda si las condiciones son distintas, cosa bastante improbable a primera vista, pero posible).

Estiro los brazos, voy a alcanzarla, y justo cuando estoy casi seguro de que esto de pronto se transformará en un buen sueño, se me cruza con un rugido de leopardo enloquecido la imagen de una mujer, y abro los ojos sobre una cama empapada de lluvia, baba incluso, con algunos libros secos a una distancia, en un costado.

Busco un paño con un dibujo de una caricatura obesa de color azul, y aunque resulte anormal, tiro la lluvia no al fregadero o a la basura, sino gota por gota hacia afuera y por la ventana. Traspaso toda el agua, menos mi baba, que reside en una almohada que doy vuelta, así como para ver qué hay del otro lado de esa vertiginosa situación en mi inconsciente.

La colección de abismos 1.

Debido a los abismos, que en el tiempo de vida de cada quien hay recolecciones enormes, uno aprende, uno va complejizando la propia sabiduría, al mismo tiempo que su cuerpo va debilitándose, tras chocar y rasparse, desgarrarse y aturdirse durante las tentadoras caídas, o con los escupos y misiles que provengan del fondo.

Guardo en el presente uno, quizás dos de características similares, que suele(n) escabullírseme del armario donde lo(s) escondo de las visitas, más que nada por su constitución salvaje y sin que yo le haya dedicado tanto tiempo a amaestrarlo(s), pues me he visto de algún modo impedido.

Lo que sucede con este tipo de abismos es que descubren telas de la realidad, abren y dejan abiertas puertas y ventanas a determinada distancia de la habitación temporal o del espacio físico posible que ocupe uno mientras la piensa, la intuye, la desea (cuestión necesaria para cualquiera que espere de la vida una prolongación, a momentos inaccesible, de sus propios sueños u obsesiones). Cuando descubrimos un saber posible y desconocido, un sitio visitable que no ha sido visitado, una sensación (como la plenitud, por ejemplo) que requeriríamos porque nos la imaginamos buena, solemos tener, además, un sentimiento de eternidad, que nos lleva a imaginar la ilusión vital como algo más que un cuerpo desde el que lo vemos todo, hecho de pequeños trozos unidos que observan por un centro construído especialmente para esta tarea una pantalla, y lee, y a veces saca conclusiones, o escribe, sin que nada más afecte la experiencia humana que la ideación infinitizada que nace del lenguaje y el progreso de la putrefacción que somete lo biológico. Resulta atractivo desviarse del bloqueo a la seducción, que plantea el estado detenido de las cosas físicas reales (esa energía condensada de la que hablaba Bill Hicks), y caer por estos precipicios salvajes que más de una herida infligen en el espíritu si se los deja demasiado libres.

Pero ciertamente que he de atarlos y enseñarles más de estas tres o cuatro cosas que he aprendido yo mismo, con el tiempo, gracias a su comportamiento inesperado. Por más que me fascine su capacidad de ampliar la vida, también cumplen con exceso el rol de quitarme la fe (la cuasicerteza) en la realización de las posibilidades imaginadas, y quizás no haya alma peor pagada, que la que tras haber caído sale a un precipicio  invertido, el celestial infierno de lo imposible.

domingo, 6 de septiembre de 2009

La Gía 1.

La Gía se iergue al borde de la Entel, sus brazos en una V invertida con las palmas abiertas y los dedos muy juntos, semejando alas de palomas o series acopladas de espadas japonesas que son su forma de sostenerse y no caer al abismo, temblando a velocidad así fuese ella misma una vibración estabilizando su espectro acuoso en la imagen mientras se concentra en percibir lo que la ha llamado a levantarse sobre el precipicio, no natural, urbano y por lo tanto inventado, una potencia de abismo hasta hace unos minutos, sin que la camisita ni el pelo azul laguna le chicotearan al viento, sólo nosotros dos cruzando tarjetas por visores de láser de emoción cero y subiendo de ascensor en escalera, peldaños, pisos y botones. De puerta en puerta atravesadas nos íbamos diciendo que sugiriésemos apenas cada pisada y que el pasamanos estaba condenadamente frío no por la estación sino por la altura.


Qué curiosa nuestra disposición en los peldaños con las sinuosidades ambulatorias del viento y las alusiones breves, en susurros, al final posible, fatal, de nuestro proyecto. Parecíamos militares del espíritu a pasos de estar muertos, con quince años cicatrizados en las muñecas como el único reloj electrónico que nos habría podido corresponder, si no fuera porque nuestro tiempo real vivía en los pequeños imperceptibles quistes de fosforescencia detrás de las cosas, como que al apretar el último piso en el tablero electrónico de brillo purpúreo-verdoso la Gía me dijera que la Entel está hecha de nueve, resumiendo con ello a la chica en el doceavo que sólo observa el texto de las voces al hablar, el gasfiter privado en medio del sótano cuya imaginación crea y presencia las circunstancias verdaderas que por descontado nunca le será posible presenciar, la adolescente en la entrada cuyo ritmo respiratorio altera el ritmo subjetivo-experencial de cualquiera a través del viaje inaudible de las ondas de ese sonido y que viene todos los días porque acompaña a su madre en el trabajo, la secretaria cuyo monólogo interior reproduce idénticamente los diálogos ocurridos hace treinta años por dos gemelos refugiados en un sótano al norte de Temuco que agonizaban, y así hasta llegar a las nueve que esta mañana nos servirán de excusa o validación de nuestro plan: ser, por cuantos minutos fuese posible, iguales en cognición al cielo de Santiago.

lunes, 13 de julio de 2009

Animales suicidas 4.

Mahäki sólo tiene 14 años. Ella tiene 17. La escena es, pese a todo, vulgar: dos menores iniciándose en el sexo mientras la Ciudad de Los Polos se cae a pedazos. No es penado, aunque dé pena. Y tampoco es penuria de blanco: allí hay pico, vagina, bocas y cuerpos, fluidos y marcas y todo aquello con lo que nacimos y crecimos, sólo que sin todo aquello que deberían o van a aprender. Ella es deseosa y frágil, él tonto e inocente. Ella le dice: "Conocí una vez una chica como tú, más joven que yo, que me confesó una vez un secreto enorme, un secreto que no es un secreto en lo absoluto, es sólo algo evidente que entre tanta máscara y arreglo social hemos olvidado. 'Las mujeres corremos peligro', me dijo. Aunque aterrada, no balbuceó; susurró y siguió de largo por la calle en que nos vimos esa única ocasión". El joven Sartori pasa un dedo por la aureola de su pezón puntiagudo y ella frunce el ceño antes de continuar. "Tú dirás 'los hombres también corremos peligro', pero no es cierto. Los hombres son educados, y más que eso, los hombres nacen sabiendo que aunque se murieran de golpe la cuestión sería, aunque violenta, bastante aceptable, predecible incluso. Las mujeres, en cambio, no hemos nacido, como ustedes los animales suicidas, para darnos golpes. Podemos intentarlo, y aunque te rías"

- No me río yo.

"somos más fuertes que ustedes. Pero dinos una sola cosa que nos toque la fibra sensible, y nos verán quebradas recogiendo los pedacitos y sin poder asumir ninguna derrota. Nos verás mintiendo en tu contra, riéndonos de cosas sagradas, llamando a mafias para que acaben contigo. Y acabarán contigo. Los genes no tienen nada que ver". El pequeño Mahäki Sartori se resguarda del frío debajo de las colchas. Ella mueve los brazos y las manos, sonríe y ríe juguetona, aunque mirando a nada, al techo, pensando lo que dice: "¡Y es que esa es su única superioridad! ¡Mueren preparados, sin sostenerse, como los perros! ¡No fueron creados para vivir y respirar contra el fracaso! ¡Nada saben, ni siquiera aspiran a la altura! Pero cuando se trata de caer como roble, ¡como todo un bosque caen estos lobos!".

El Pueblo Candy 1.

A ti, que de allá vienes, y aunque de allá no vinieras, no te sorprenderá su fama. Y es que en Venecia, como en todo espacio breve donde además habiten algunas ocurrentes criaturas subjetivas, sucedía demasiado y se decía todavía más de los Candys.

Cuentan los libros de Historia menos respetables, que el pueblo de Candy nació por sobre las costumbres aceptadas en la Ciudad Inundación. Mientras a los adriáticos les causaba problemas de distinto orden organizativo la marea alta, hallándose en correrías que inspirarían, con el pasar de los siglos, ciertos rituales festivos en España (probablemente porque muchos adriáticos huyeron a otras latitudes), los candynenses hallaban su único sustento, vale decir, el producto de sus infinitas habilidades de carpintería, en los pormenores de sus embrutecidos compañeros inhabitantes. Construcciones impresionantemente detallistas, de las cuales tanto Candys como Adrianes argumentaban y dibujaban sus posiciones en el Pequeño Universo Dialogante que era en ese entonces la Plaza San Marcos.

Superficialmente, los candynenses constituían el pueblo perfecto. Hacendosos, creativos y serviciales, lo único equiparable a su talento era su justicia y razón. Pero en lo profundo, lo que constituía al pueblo de Candy era la desesperación total. Bastaba haber presenciado el empeño veloz en el que construían diques, puentes y hamacas, para entender que su propia vida les importaba más que lo aconsejable (más, en el caso, poco usual, de que un Candy desease conocer realmente a uno de los pobres adriáticos que recorrían por kilómetros los recovecos de la ciudad, cuando ésta se sumergía por influencia de la luna). A modo de crueldad con quien no quisiera ser mejor que las olas, se les veía sonreírles cínicamente a los adriáticos, pese a que entre ellos, y en determinadas reuniones, soltaran más (o menos) de una vez (pero nunca ninguna vez) un atinado comentario sobre las virtudes de las gentes adrianas.

Y aunque tuvieran un par de virtudes los fuertes e intuitivos Pelagatos Nativos, lo que se veía en el resultado final, el resultado calculadamente candynense, es que la ciudad iba quedando más y más precisamente aproximada a la imagen y semejanza de un Candy. Situación que, de cualquier modo, no preocupaba ni debería haber preocupado al pueblo originario del Mar Adriático, pues bien se sabe que lo que mejor resiste la marea no es ni la inteligencia, ni la sabiduría, ni la habilidad.

Es la obstinación.

Horrores de la superficie 1.

Con mi padre vivíamos en las alcantarillas hasta hace unos minutos. Cuando ve que yo me traje mi conejo, se pone muy raro y me ofrece dejarlo atrás.

- La ciudad es amplia, habrá otros conejos.
- Pero a mí me gusta el mío.
- No será bienvenido aquí, te traerá problemas.
- Pero a mí me gusta el mío.
- Si insistes me harás enojar mucho.
- Pero a mí me gusta el mío.

Papá desenfunda su arma y, habiéndome levantado introductoriamente las cejas en señal de "te enteras", procede a matar a mi conejo de un disparo. Le pongo cara de pregunta suplicante, y él contesta de un modo parecido.

- Tan simple como eso - dice, mientras el breve humo de la pistola se disipa.

sábado, 11 de julio de 2009

Animales suicidas 3.

El Niño Araña le cuenta a Mahäki que el Planeta Tierra por dentro tiene esquinas. Mientras pasean por la calle de noche el joven Sartori silba pequeñito y el Niño Araña cuenta que hubo, hace miles y miles de años, una tierra que era sólo tejido sobre tejido, abundaban las chicas tontas y locas y Dios no tenía manos. El silbido que hace Mahäki es una variación de la nota Re. "Dios tenía muchos ojos, a pesar de que únicamente veía el Universo. Sus palabras no hacían al instante las cosas, lo iban construyendo todo de a poquito. Y era engañado por las chicas tontas y locas, yo creo que fue ahí que se enojó". Mahäki silba chiquitito y grave, chiquitito y agudo, grande y agudo, grande y grave, y hace eso que consiste en sonar cuando aspira y sonar cuando expira, para que la canción que va improvisando no se detenga nunca. "Dios se puso peludo. Y nosotros los Niños Araña nos pusimos peludos, a su imagen y semejanza. No contento con nuestra asimilación, Dios nos hizo una cicatriz".

- Quiero verla - se interrumpió el joven Sartori.

El Niño Araña se arremangó hasta el hombro y le mostró.

- ¡Pero si esto es un dibujo! ¡Te lo hiciste con un plumón, tú!

"Bueno... Yo soy de Tercera Generación. A nosotros no nos tocó la suerte que a nuestros predecesores. Pero mira, es bonito, tiene abdomen y....". Desvió la vista y volvió a arquear los labios en busca de melodía. Mahäki recuperó prontamente el ritmo deseado.

El Oficinista 1.

El Oficinista hace...

... click: "Paola Zoila... Poeta..."

¡Click!: "Martina Oliveira... Increíble que con ese nombre reciba esos comentarios..."

Un click: "Valeska Tolomeo... Otra poeta del grupo..."

Otro click: "Encuentro de Poetas Fenicia Pobreza... Las poetas fenicias..."

Dale que te ¡click!: "Poetas malditas... mujeres fatales..."

Un, dos, tres y... click: "A ver, fotos..."

¡Cliquiticlick!: "¡Malditas! ¡Fatales! ¡EL DEMONIO LAS HA CREADO!"

Click...

Rabia de la pesadilla 3.

Acontece en el sueño lo siguiente: Un dedo. Primero la yema. Luego el tronco y la dirección. Detrás, la mano. Y el brazo. La casa, el barrio. El país, el continente, el planeta, la luna. El universo cerrándose en un punto y otro. Soy yo.

El sueño enfoca mis ojos: Fuego. Primero el fuego de la rabia. Luego, el de la transa y la consumición. El pequeño incendio interior de la culpa, veo detrás de mis ojos que me arrodillé y quema. Y que sufrí sin ser valiente. Que fui traicionado por no responder a tiempo, por darle permiso a la hijoputez, por creer en la estrategia. Y de la estrategia al Gran Fuego de la Guerra Final, el final de un tiempo. La total devastación. El sol unitario.

Puteo contra la almohada: ¡Soy rata con la educación de un Pavo Real! ¡Tracionaré tu injusticia y te perdonaré si me lo permites! Despierto llorando y riéndome como un loco, frente a mi propia mano aplastada.

De la rabia - contra mí mismo - pinto un cuadro: Toda la maldad del mundo (el escenario), dibujada en coherencia (su naturaleza) con los habitantes (esos extraordinarios subvertidores en viaje). No lo cuelgo, sino que lo meto, incrusto entremedio de una repisa en el living, junto al primer bosquejo, las firmas de visitantes y uno que otro regalo de un amigo. Ese es su lugar.

La Mujer Sin Control 1.

La Mujer Sin Control le pregunta al Oso Polar cómo es que hace para resistir tanto, pero tanto frío: "

¿¡PERROCÓMÓHACÍSCON-CH-TU-MAREWN, yOmESTOICAGANDOeFRÍbrbrbrrr...


". El Oso Polar, muy voladamente, no le responde a La Mujer Sin Control, y en vez mira primero a la izquierda de La Mujer Sin Control, y, luego, a su costado contrario. La Mujer Sin Control pega un grito sin ataduras, y a continuación procede a descansar furiosamente con reconcentrados Intervalos de Aliento Incontrolables, y sin tratar de controlarse o de controlarlos (aunque esto último de un modo inciertamente indeterminado e impredecible).

Verde posible 2.

Ella le dice que, a pesar del Infierno por el que pasaron antes del ritual que aquí se describe, el que le ha ofrecido está bastante bien. Él se ríe: "Los monjes...", sigue riendo, "los grupos, las alianzas a muerte...", ella comienza a reír, aunque de un modo menos explosivo (sea ella excepcional, no hay mujer en el mundo que no posea cierto control sobre la situación), "las oh, misiones... las oh, freno, das...".

- Está muy bueno - dice ella: "Veo que quieres vivir, veo que quieres que vivamos" - Lo cosechaste bien.

- No lo coseché yo - dice él: "Y a medida que quiero, más veo, y entre esfuerzos y luminosidades soy capaz de soportarlo" -. Pero lo encaminé con corazón.

Verde posible 1.

Ella prende un pito y le dice que antes no fumaba, que antes no besaba, que antes no había chupado ni saboreado ni tragado el humo, y que en ese entonces, a pesar de lo que parezca, creía en la muerte como descanso. Ahora fuma y se va a morir, y lo que siente es venas, químicos, electricidad... Ella dice que se ve a sí misma como verde radiación, y que un discurso amable, políticamente amistoso, es el que sabe prometer y evita traicionar a toda costa. Pero cuando me siento traicionado, le dice él, por ti traicionado, ¿es culpa mía? Es culpa nuestra, le dice ella, y nos sentimos pequeños, y alrededor hay una enorme nada.

Lo que hemos creado juntos (este momento) podría cruzar oceanos y vidas, le dice él, y ella reafirma: "Somos infinitos mientras duremos un candy".

Rabia de la pesadilla 2.

Lo que ocurre en el sueño, o lo que alcanzo a ver que ocurre (bien se sabe que no sólo la conciencia, sino también lo que se alcance a presenciar del sueño, que en algún lugar se desarrolla, se extiende en un alcance relativo), es que una flor crece alta en un barranco, se lanza del barranco, cae y se trata de afirmar, pero es pisoteada y sigue siendo pisoteada por infinitud de entidades, a medida que el sueño avanza y la violencia comienza a despertarme.

Minutos después, con el corazón saliéndoseme, tomo una micro y en ella soy empujado por una vieja nana. Tras ella me bajo yo, le toco el hombro, y al darse vuelta le aforro una patada en la cara, y le sigo rompiendo la cara a pesar de que, en su súplica, me hable de conciencia, de humanidad, de compasión...

Continúo por la calle (el destino al que me llevaba la micro es borroso) y entro a una iglesia. No es muy concurrida, como cualquier convento un lunes por la mañana, pero igualmente hay un Cura, al cual me acerco para confesarle lo que le haré, Dios se compadezca...

Dioz 2.

Digamos que, tras despertar de otro mundo más amplio a éste, donde, de momento, no hay nada más que él, y recordar una y otra cosa (que lo desesperan), trata de dormir. Y aunque no lo consigue, convengamos en que esto es porque se trata de un sueño. O mejor: es como un sueño. Y en su seudo-sueño hay habilidad racional, es consciente; agregemos eso.

Lo único imposible del sueño es soñar que uno se duerme y sueña otra vez. Si la vida fuese un plato de Sashimi o una carta de flor de cartas, cualquier forma en que la concibamos, no dejaríamos de abrir los ojos por la mañana ni de respirar como lo hacemos, pues hay algo superior a nuestra voluntad e imaginación: Lo real.

Aunque lo que sueñe a continuación sea absolutamente acostumbrado en torno a la lógica y dinámica del inconsciente y el fluir del deseo y todo eso que puede o no regir el orden de un sueño, él nunca se da por aludido de que es eso lo que experimenta, quizás porque (y esto él tampoco lo sabe) aquello a lo que podría despertar ya no existe.

Zanjemos que se ha acabado su mundo anterior.

viernes, 10 de julio de 2009

Los cartógrafos alienados 1.

- Acabo de tener la impresión
Y con lo caros que están los cartuchos...
- de que
Se dice planamente "que", digo yo ¿no?.
- sobre nosotros
Mucho hay, tanto arriba como abajo.
Y todo es presión, o impresión, como dices al principio.
- De que sobre nosotros pende un fantasma.
Entremedio de nosotros será.
- Sí, ¡verdad!, la silla vacía que hay entremedio. ¿No era musical?
Era ¡pop!, la música saltaba de la silla, aunque no hubiese nada sobre ella.
La silla reemplazaba la ausencia total; de silla, de posibilidad de ocupante.
Nos estamos poniendo literatos, cabros. ¿Hablabas de un fantasma?
- El fantasma es el que nos haría hablar.
Sobre fantasmas nos haría hablar... Son tan autorreferentes, no pueden soportar que lo suyo sea tragedia.
Volvamos a nuestro mapa mejor.
- Sí, lo que yo decía, mira.
Para eso vinimos, para lo que tú decías, para lo que mirabas.
- Nosotros siempre hemos venido aquí, aunque no fuera por mis palabras o mis ojos.
Desde lejos, sí.
Ni siquiera nos saludábamos al llegar. Pasábamos al mapa sin mediar en insultos.
- Y con el mapa justo en medio de la cuestión.
La Mesa era la cuestión.
- Y era curioso, porque
todos veníamos con un mapa en la polera.
Nadie se daba cuenta que era un mapa. Creían que eran impresiones de fotos viejas.
O fotos de pueblos.
- O rayones infantiles. Eran mapas.
- Y en vez, lo que todos hacían eran mirar el mapa sobre La Mesa. Nosotros nos sentábamos a la mesa, a veces también nos daba por mirar el mapa.
Era una amante, La Gran Amante.
Era nuestro ícono.
- Nuestra cara hacia afuera, la gente nos daba significado por sentarnos aquí todas las tardes de sábado y venir al mapa y la mesa, con una silla de sobra...
Éramos como los tres mosqueteros. Faltaba Dartagnan.
- Qué cita, hombre, Los Mosqueperros, qué nostalgia.
La Mesa era lo que más me gustaba a mí.
- Muy bien diseñada, caótica, de madera bruta, con cortes rabiosos... Estoy muy de acuerdo.
Y mi polera era fascinante.
- Tu polera no me gustaba a mí.
Culiado, yo por la tuya me la jugaba al menos.
- Y el mapa me gustaba un poco, también.
¿El mapa? Son tus particularidades y... Bueno, qué le vamos a hacer. Así eres tú, y así te queremos, pese a las diferencias.
- ¿Sería por el fantasma, que nos miraba y se acercaba la gente?
- No importa. Nada de eso importa. Lo esencial es que aparte del mapa al centro, nosotros llevábamos poleras que eran mapas ocultos.
Y que esas poleras algún día las verían todos.
- Y que nos sentábamos a La Mesa, esperando que las vieran y se maravillaran como si ante el final de mundo estuvieran.
- Cordilleras, éramos.

Animales suicidas 2.

"¿Andas buscando una moto?" La que habla es G. Mahäki tenía el rostro semipetrificado, estaba tan concentrado en la reflexión que parecía haberse desvanecido, eso hasta que G. volvió a sacar el tema. Entonces, lo que hizo fue mirarla al rostro, como si no comprendiera de qué le hablaba, y luego asentir.

- Sí, mi hermano Charly y yo...

No alcanza a terminar la frase, pues G. atraviesa la habitación hasta el ventanal, y, mirando hacia un punto impreciso, reflexiona: "Mi cuerpo, como esta ciudad, está cubierto de señales. Arrugas, tatuajes, ¿a qué apuntan? Si estas son las arrugas de un cuerpo que solía ser joven, ¿podría yo, cuando joven, podría mi piel tersa y sin mayores rastros ser la indicación de una juventud ulterior? Mira esto". G. desnuda su hombro y le pide al niño que se acerque. La figura tatuada es una chica, de rasgos orientales-indígenas como Mahäki, de pelo verde oscuro, maquillada y decorada para la guerra. "¿Qué te recuerda? Porque veo en tus ojos que algo te recuerda. ¿Ni idea? Quizás algún día sepas, te llegue como por un satélite la referencia, y sientas que de algún modo algo se ha recuperado. Cuando suceda, ¿sería ese el principio de esta mujer, o de la mujer que la sostiene?". Mahäki recuerda de pronto que el nombre de G. es Guacolda Tucapel. G., de hombro descubierto, se iergue en el balcón mientras observa un punto impreciso, un sitio que Mahäki, por su escasa vista o por su posición, no consigue azir. "Esta ciudad entera no es más que una señal de otra señal, de otra. Yo misma no soy Mapuche, ¿importaría si lo fuera y mi nombre completo no? Ponte que me llamara Giocconda Pellman...". El tatuaje, esta vez balanceándose, bailando. "¿Mario Santos? ¡Te quité toda alma!".

- ¿Pero la tenía? - dice Sartori tímidamente y como tratando de aprehenderse a las palabras de la mujer tatuada -. ¿Y Mario Santos no la tiene?

G. ríe, posiblemente acordándose de algo. Luego, lo larga: "Tengo un animal suicida, también. Pero esa piel no la verás, pequeño. Tú lo que quieres es una moto...".

Rabia de la pesadilla 1.

Lo primero en el sueño, es que yo le comentaba a la Reina que su Duquesa brillaba de hermosura. Al instante, mi cuello y lo que por encima asomase peligró. Corrí: tras la colina, bajando por las canaletas de Pueblo Milagro, una villa de mil duendes y unos cuantos gnomos, que a lo lejos, no sé si por la configuración espacial o por la temperatura del valle, me hicieron recordar un manicomio, un regimiento y una cárcel, todo al mismo tiempo. Era curioso que, hasta aquellos que merecían (para sus altos regidores) la condecoración de educados, así como aquellos que eran aplaudidos (por sus bajos sostenedores) como líderes esenciales, todos sin faltar uno estaban locos. ¿Qué hace a un loco? El afán de desconocer, la celebración de ignorar expresamente lo que cada quién merece. Atravesaba yo este páramo cuando un león, que parecía un alien y se creía Dios, se me tiró encima y apuntó con sus fieras mandíbulas a mi cabeza.

Desperté maldiciendo, pero como se trataba de un sueño, mi rabia no tenía objeto real. Así que hice lo de siempre: dibujé en un gran lienzo lo ocurrido, lo vitalicé (X = 1973), y luego lo dejé junto a mis otras historietas en el lugar sagrado que han merecido, debido al tiempo, mis asuntos espirituales.

miércoles, 8 de julio de 2009

Dioz 1.

Originemos por un momento una ficción que contemple el que, antes de que este mundo se levantase en sí mismo - esta realidad autosustentada con sus reglas convencionales -, existía otro plano más grande, complejo, caótico y desbordante, con sus propias convenciones, sustentos y habitantes, los cuales a su vez lo subjetivaban y torcían y ampliaban. Digamos luego que de allí, centraremos nuestra atención en un ser, uno básicamente igual a nosotros, el que, emborrachado más de la cuenta, o caído de la escalera, accidentado por algo común se fue a blanco, se le apagó la tele, desapareció y resurgió en este sitio, el que llamamos nuestro. Sólo que de este lado, todavía no existía lo que conocemos por universo de posibilidades, materia, conjeturas, ilusiones... Estaba él, nada más. Solo, y temeroso del vacío y su soledad. Definamos, además de su miedo, su vestimenta: una camisa de hospital y una etiqueta con su nombre.

- Dioz... - leyó susurrando.

Agreguemos, para ponerle sazón, que, del otro mundo, el que aquí llamaremos "Diocito" se había estado queriendo despedir. Unas últimas cartas a su madre con sutiles guiños, una llamada a su hermana (que no contestó), unas peleas y reconciliaciones que lo dejaron vacío, un boleto de tren para escapar de una fatalidad inminente. Cosa curiosa, lo primero que hizo en este espacio fue tratar de recordar al reino anterior. Movimientos alocados e inútiles, ademanes de querer rayar en el vacío un nombre, una palabra. Todo futil.

De pronto, una imagen se le presentó: Él y un otro, irreconocible, conversando en un bar. Y luego su padre, abrazándolo. Y luego él mismo, en el andén, susurrándose con voz cortada: "Diocito... Diocito... Diocito...". Cerró los ojos, tratando de borrarla, de borrarlo todo y dormir, pero nada.

De una muerte imaginable había pasado a una fantástica y tangible desesperación.

Animales Suicidas 1.

Charly Kafka dice: "Aquí nada es real. Podría decirse que es una broma, pero tampoco. Yo no me río con esta jaula, esta prisión, este circo para animales suicidas". La cámara enfoca su rostro, pero de su rostro se ve sólo un diamante del perfil izquierdo, por culpa de las sombras y de la capucha que lleva cubriendo medio cráneo. Charly es calvo. Su cabeza tatuada y sus ojos enteramente blancos, ciegos, parecieran querer decirnos algo sobre la noche que pende sobre ellos dos, sobre él y sobre Mahäki Sartori. "Aquí no hacemos nada. Quiero decir que nos dedicamos a respirar y a sufrir los embates de nuestro pulso cardíaco. Nadie sabe lo que le hace el corazón a un ser consciente de la nada. Mira alrededor tuyo, todo este vacío es una ofensa para nuestra velocidad inherente. Y ella, nuestra velocidad, lo reconoce y hierve de rabia". El pequeño Sartori no sabe qué responder, así que hace una mueca de asentimiento y procede a prender un apurado cigarrillo. "Hemos de escapar. Un día de estos, salir, fugarnos. Tomar una de las motos que dejan sin llave, tú sabes cómo hacer funcionar esas mierdas. Paramos un par y nos largamos de aquí. Yo sé dónde pueden refugiar a unos parias como nosotros. Yo sé que como mercenarios lo haremos bien, podremos trabajar de ahí en adelante, cobraremos por misiones, y lo que sea que debamos llevar a cabo... qué importa, nunca nos faltará pan".

- Ni espacio.

"¡Bendito espacio, Mahäki! ¡Nada nos faltará!".