lunes, 7 de septiembre de 2009

Rabia de la Pesadilla 4.

Hay un como "proceso" en mi sueño, la sensación de que algo viene ocurriendo desde antes, y que algo ocurrirá después, y que de momento se pasa por un como "lapso indicado", un Tiempo.


En la atmósfera que construiría esa sensación, veo tres elementos: una flama congelada, yo mismo, y una bruma azul, fluyendo, rozando e incluso cortando con violencia cuando alcanza un estado luminoso, al mismo tiempo que intensificando la oscuridad que domine fuera de la flama congelada que al parecer he de coger. No recuerdo si en esta pesadilla cojo finalmente la flama (sea esta flama un símbolo de algo que se "recoge", que se amontona y recolecta, o de algo que se "coge", una idea que al final de un recorrido consigue captarse, una iluminación), pero sí sé que, en el camino a la flama, la bruma azul me distrae y cobra una importancia contradictoria, como si tuviese que acudir a ella para alcanzar el objeto de la que es, hasta el momento, mi búsqueda, en vez de, claro, darme cuenta de que es evidentemente un enemigo, y que he de evadirla o escapar a ella si lo que deseo es la flama (a conciencia de que quizás, en otro tramo, esta misma fuerza me pueda ser de ayuda si las condiciones son distintas, cosa bastante improbable a primera vista, pero posible).

Estiro los brazos, voy a alcanzarla, y justo cuando estoy casi seguro de que esto de pronto se transformará en un buen sueño, se me cruza con un rugido de leopardo enloquecido la imagen de una mujer, y abro los ojos sobre una cama empapada de lluvia, baba incluso, con algunos libros secos a una distancia, en un costado.

Busco un paño con un dibujo de una caricatura obesa de color azul, y aunque resulte anormal, tiro la lluvia no al fregadero o a la basura, sino gota por gota hacia afuera y por la ventana. Traspaso toda el agua, menos mi baba, que reside en una almohada que doy vuelta, así como para ver qué hay del otro lado de esa vertiginosa situación en mi inconsciente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario